No es necesario llevar cantimplora si viajas por la selva de Panamá, Colombia, Honduras o Nicaragua, pues entre su vegetación se encuentra esta liana que está literalmente llena de agua.
Fue en mi viaje por la Mosquitia, una selva desconocida, profunda, peligrosa y fascinante, donde conocí por primera vez esta planta. Fueron varios días de viaje en cayucos por ríos y lagunas para llegar a mi destino, y que no era otro, que seguir una leyenda que decía donde había una nueva pirámide cubierta por la vegetación y que aún estaba por descubrir.
Nos quedamos sin agua, y mi guía, un mosquitio, alzo la mano, agarro un tallo retorcido, seco, duro y de un machetazo lo cortó, pronto comenzó a brotar agua con una ligera espuma y me lo ofreció. No dudé y la dirigí a mi boca, que se lleno de un agua algo dulzona, fresca y abundante.
La selva de la Mosquitia es un lugar abandonado, desconocido, donde la gente pesca caimanes y anacondas para comer, las carreteras son inexistentes y los aeropuertos se limitan a un claro en medio de la selva, sin pista de aterrizaje, y casi siempre embarrados e inutilizables, y por supuesto, solo aptos para pequeñas avionetas.
Entrar es complicado, peligroso, nido de piratas, pueblos que no aceptan a los extranjeros y pequeñas poblaciones diseminadas por la selva.
Mi viaje duró 12 días, siempre mojado, bien por la lluvia o por la humedad mezclada con el sudor. Descubrí lo frágil que es el hombre en la selva, y lo duro que te hace cuando llevas varios días en ella. Y por cierto, vimos la pirámide, cubierta por la selva. Lo que me habían contado era cierto. Y ahí se quedó, oculta por la selva formando parte de una leyenda, pues nadie a vuelto a ella.